Fernando Robleño se ha vuelto a reafirmar como «torero de Madrid» con una gran faena al natural. Desde que cuajó a «Camionero» en septiembre anda lanzando con los grises: vaya pedazo de feria ha echado entre el día de hoy y la corrida de Escolar. Por el momento, uno de los puestos de la Beneficencia debe ser para él.
Garrido fue herido grave y, por ello, Román tuvo que matar tres toros con los que no pudo hacer nada. Muy mal Adolfo.

El primero, veleto, se dejó pegar el caballo sin emplearse nada (como toda la corrida) y no tuvo transmisión. Sin embargo, el oficio de Fernando Robleño logró hacerlo embestir en una serie al natural al final de la faena. Por ello, saludó una ovación, aunque lo mejor iba a llegar en su último toro. Este empujó algo más al caballo, aunque estaba cogido con alfileres. Por eso se le protestó, pero menos de lo que se habría hecho si hubiese llevado otro hierro y no fuese cárdeno. Fernando Sánchez le puso un par enorme con el toro bastante cerrado en tablas y esperándole. Qué torero andó Fernando y cómo clavó en la cara, quizá picado porque la ovación de la tarde hasta el momento no había sido para él, sino para José Chacón, que había puesto otro par sensacional, como acostumbra. Qué buenos son los dos y qué gran nivel hay ahora mismo entre los hombres de plata.
El otro Fernando, el matador, Robleño, empezó al natural y cuajó una serie sensacional con la izquierda. Muy vertical. Después de la de Castella, o junto a ella, la mejor de la feria.
La segunda serie no tuvo tanta verticalidad, mas también fue muy buena, llevando al toro muy largo. Lo entendió a la perfección. Después le dio una con la derecha componiendo la figura y cargando la suerte. Con mucho empaque. En el cambio de mano a la izquierda el toro ya mostró que se empezaba a quedar corto. Por eso, dio otra serie más con la izquierda (peor que las anteriores) y entró a matar. Como casi siempre, pinchó. Mató a la segunda, pero necesitó del descabello. Aún así, se le pidió la oreja con fuerza y, esta vez, Eutimio no la dio (para mí, acertadamente). Robleño se enfadó con él y el público también. Por exceso o por defecto, Eutimio siempre se lleva la bronca. Con el reglamento en mano, quizás, sí puede que hubiese petición mayoritaria, pero dar una oreja en Madrid después de un pinchazo y un descabello… Lo que sí dio Robleño fueron dos vueltas al ruedo a petición popular.

José Garrido se las vio con un adolfo más en Santa Coloma que en Saltillo. Fue muy agarrado al piso. No pasaba. Por eso, le cogió durante la faena de muleta, propinándole una cornada grave de 15 centímetros, que le impidió continuar la lidia. Lo mató Robleño a la primera con una estocada tendida.

Román tuvo que matar tres toros (dos adolfos y un sobrero de Pallarés). Sus dos adolfos también estuvieron agarrados al piso, emplazados. Y eran muy tardos, ya que no acudían al cite. Román Collado trató de colocarse bien, pero debió abreviar con ellos, porque no tenían nada (no sabemos porqué brindo al público el primero de su lote).
El sexto saltó al callejón y, quizás, al caer se lesionó en una pata. Fue devuelto por un sobrero de Pallarés que parecía un caballo. Altote y sin cara. Impresentable para Madrid y para cualquier plaza. Con esas hechuras no podía embestir y no lo hizo. Mala suerte para el valenciano.
Plaza de toros de Las Ventas (18.666 espectadores según la empresa). Toros de Adolfo Martín, muy bien presentados, pero sin fuerza ni casta. Muy tardos también. Se devolvió al sexto y salió en su lugar un sobrero de Pallarés, alto, feo y sin opciones.
– Fernando Robleño (de mostaza y oro): ovación tras aviso, silencio en el que mató por Garrido y dos vueltas al ruedo.
– Román (de corinto y oro): silencio tras aviso, silencio y silencio.
– José Garrido (de azul noche y oro): herido.

