NUEVO PETARDO DE ALCURRUCÉN EN UNA TARDE DE BROTES VERDES DE TALAVANTE

Se consumó la pésima feria de Alcurrucén, con una corrida mansa, débil y sospechosa de pitones. Solo aquel toro que el 18 de mayo le cayó en desgracia (más que en suerte) a Tomás Rufo se salvó de la quema. Uno de doce en una ganadería puntera: la que más triunfos ha propiciado en Madrid en la última década junto a Victoriano del Río.

Talavante firmó la actuación más torera bajo la lluvia. Es reseñable esta meteorología adversa, ya que de no estar la gente sujetando el paraguas, quizá, le habrían pedido la oreja con más fuerza. De hecho, donde más petición había era en las gradas y andanadas, donde el público está cubierto. No obstante, la petición fue muy leve, y con razón, ya que la estocada muy tendida requirió de un descabello. Pero tal y como está la plaza ya cualquiera sabe… Hoy alguno habría sacado a Luque a hombros sin pegar un pase en condiciones. Luego vamos con él.
El quinto toro, con el que Talavante realizó esa faena, fue muy abanto. Muy Núñez tanto en hechuras como en comportamiento. Alejandro hizo un parón durante el brindis. Se quedó en «pausa», seguramente, pensando en cómo iba a iniciar la faena. Y lo que hizo fue clavar las rodillas al suelo para torear de hinojos en redondo, cambio de viaje por la espalda incluido. No fue un inicio de rodillas más. En esto nadie se maneja como Talavante. ¡Cómo tragó! ¡Qué despacio toreó! Y cuántos muletazos dio, pasándoselo muy cerca con las dos manos y hasta permitiéndose el lujo de mirar al tendido en un desplante previo al pase de pecho. La pena es que tras ese inicio sensacional la faena fue a menos. Al toro no le daba el fuelle. El pacense ligó bien algunos pases con la derecha y se reencontró con su fabulosa izquierda, aunque fuese en destellos sueltos. Pero es que en este año que ya lleva desde que volvió no habíamos visto ni siquiera esos destellos, salvo en contadas ocasiones. Hoy vino con actitud de figura. Arreando. Y haciendo todo muy torero, por ejemplo ese toreo a pies juntos que fue la base de su obra. Se equivocó en dar una bernadina porque el manso de Alcurrucén se le podía rajar definitivamente, pero Alejandro Talavante estaba despejado de ideas y rectificó a tiempo para dejar un final por bajo con trincherillas y pases de la firma muy del gusto de Madrid.
Poco pudo hacer antes con el segundo de la tarde (primero de su lote). El toro lo pedía todo en línea recta, ya que en cuanto tenía que girar para seguir la curva del muletazo perdía las manos.


Otro toro sin fuerza fue el primero. «Antequerano» venía de buena reata y mostró cierta clase, pero quería más que podía. Cuatro muletazos y al suelo. La historia se repetía tanda tras tanda. Cuando Diego Urdiales lo toreó más a media altura consiguió que el toro tardase más en caerse (no se piensen que no iba a irse al suelo). Al final, terminó desplomado y dando una imagen lamentable. La antítesis de un toro bravo.


El bonito cuarto, espectacular en lámina, aunque algo protestado (como casi todos) por su justito trapío para Madrid, fue un manso de libro. Se le tuvo que picar a contraquerencia en un picotazo y cruzando la raya en el segundo. En banderillas fue muy reservón. Además, previamente, había tirando algún feo derrote, desarmando del capote a Urdiales: fue el típico mansazo que además tenía algo de genio. Antes aún lo debió pasaportar Diego.


Daniel Luque tuvo el toro de mayor opciones de la corrida. Sin embargo, no lo aprovechó el de Gerena, pegapasista total. Le dio una buena ración de pico y toreó fuera de sitio y despegado, haciendo unas figuras de contorsionismo para nada toreras. Lo contrario a Talavante, vaya.
Las luquecinas pusieron al público en pie. Como si hubiesen visto algo grande… Aún después de matar mal le pidieron la oreja, en especial, desde el 5 y el 6. En el 7 hubo poquita petición, pero no le protestaron casi nada a Luque. Si se llega a retorcer así El Juli, Perera o Roca sus palmas echan humo. Pero por palmas de tango, no de ovación. A Luque le midieron con otra vara bien distinta.
En el sexto el público ya estaba harto y afloraron los gritos a destiempo. Daniel ligó una serie por el pitón derecho (acelerada) y dejó un estocadón hasta la bola. Arriba, muy bien matado. Le pidieron la oreja, no sé si por compensar que no se la habían dado antes o por la estocada (quiero pensar que por lo segundo, pero me temo que más bien fue por lo primero). De nuevo estuvo bien el presidente al no concederla.



Plaza de toros de Las Ventas (22.798 espectadores, según la empresa). Toros de Alcurrucén, justitos de presentación y sospechosos de pitones. Mansos y sin fuerza en líneas generales.
Diego Urdiales (de catafalco y oro): palmas tras aviso y silencio.
Alejandro Talavante (de grana y oro): silencio y ovación tras aviso.
Daniel Luque (de azul marino y oro): ovación tras aviso y petición y vuelta al ruedo tras petición.

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