Se terminó una de las peores isidradas que recuerdo (mañana tendréis un balance de la feria), pero lo hizo con un gran sabor boca. La corrida de Victorino Martín fue mucho mejor que cualquiera de las anteriores que se han lidiado en el último mes, con la excepción de la de José Escolar y la de Santiago Domecq. Sin embargo, aunque la de Santi Domecq tuvo toros desorejables, esta de hoy ha sido más emocionante por esa casta que tienen los albaserradas (al igual que la de Escolar).

Paco Ureña hizo un esfuerzo tremendo con el primero, un toro listo, que no quería nada por arriba. Se equivocó el murciano al tratar de rematar todas las series con el pase de pecho, en los que el toro se quedaba debajo. En un pase el toro se volvió a quedar corto y cogió a Ureña. Le pegó un palizón. Interminable el tiempo que le tuvo a merced. Maltrecho y mareado, Ureña volvió a la cara del toro y dejó una buena serie de naturales. Se tiró a matar o morir encima del toro, perfilándose algo lejos y sufrió otra cogida en la que el propio torero se agarró de los pitones del victorino mientras este lo zarandeaba. Demasiado tremendismo de Paco y muy bien el presidente no concediendo la oreja. Hay que premiar el toreo, no las volteretas, más cuando la segunda fue por no hacer la cruz. Aún así, Ureña se reencontró con «su Madrid».

Sí le cortó la oreja al segundo de su lote. Fue un victorino más toreable, sin ser una babosa, ni mucho menos. Ureña estuvo muy templado, sobre todo en los pases de pecho y una serie al final con la mano derecha. Esta vez sí hubo mucho más toreo.

Brindó a Emilio de Justo el último de su lote, que fue el peor de la gran corrida de Victorino. Un toro excelentemente presentado, pero sin opciones, lo que hizo perder a Ureña todas las posibilidades que pudiese tener de salir hombros.
Volvió a buscar el tremendismo para cortar la oreja como fuese, pero no podía ser. Eso le costó un par de nuevos sustos, que se quedaron en eso. Cuando estaba cuadrado para la suerte suprema, el victorino se le arrancó y Ureña lo aprovechó para matar recibiendo. La estocada fue honda, pero requería descabello. Se equivocó el de Lorca esperando una eternidad a que cayese, con actuación incluida dejando caer la muleta y el descabello al ruedo para luego tener que volver a recogerlos porque «Gallego» se resistía a morir.
Sonaron dos avisos.

Emilio de Justo mostró una versión mejor que la de actuaciones pasadas en esta feria (incluida aquella Puerta Grande de regalo). No obstante, por debajo aún del nivel que tenía antes de la cogida. Quién sabe si hace dos años habría salido a hombros con esta corrida. Seguramente, sí.
Entró en la tarde en un quite por chicuelinas algo aceleradas al abreplaza (igual que haría en el siguiente toro de Ureña).

Brindó el primero de su lote al Rey, presente en una barrera del tendido 9. Estuvo muy firme y puro, echando la pierna adelante para citar con la femoral. Con la derecha y con la izquierda. Rematando los naturales detrás de la cadera. Los derechazos, desmayado. Aunque no fue una faena rotunda, se pasó al toro muy cerca. Hubo mucha verdad y el presidente podría haber dado la oreja.

Menos verdad hubo con el tercero. Fue un toro de hechuras armónicas, presumiblente uno de los hijos de «Cobradiezmos» que venían a esta corrida. El toro gateaba por el pitón derecho, con el que embestía al ralentí. A la mexicana. Por el izquierdo no iba igual. Emilio estuvo más despegado, con el pico y fuera de sitio. Más ventajista, en definitiva (como las otras dos tardes). Se le acabaron los favoritismos (que se los había ganado, todo hay que decirlo), y Madrid le protestó. «No nos mientas, Emilio», le dijeron. El público se puso claramente del lado del toro, como se demostró con los aplausos que se llevó en el arrastre, aunque no era merecedor de ellos, en mi opinión. Tenía mucha clase, sí (por un pitón solo), pero nada de picante. Faltó la casta que sí tuvieron tres o cuatro de los otros toros. Este toro se lo brindó Emilio de Justo a Álvaro de la Calle, quien se quedó con cinco toros en solitario el año pasado por la cogida del extremeño en su encerrona. Precioso gesto que emocionó al salmantino.
El sexto fue un torazo, por presentación y juego. De los más espectaculares de la feria en ambos aspectos. Se llamaba «Director», como aquel que también toreó De Justo en 2019 (y también cerrando plaza). Cumplió en el caballo y fue un torrente en la muleta. Emilio no lo cuajó, pero tampoco se puede decir que se le fuese. Se ciñió más con este toro que con el anterior y hasta se trató de poner bonito, pero el de Victorino no le dejaba componer la figura. Daba uno bueno y otro más forzado o enganchado. Se puso por ambos pitones, aunque por el izquierdo hubo menos ligazón. Como siempre, firmó grandes pase de pecho. Los aceros se llevaron una oreja y el victorino fue arrastrado en medio de una cerrada ovación. Una tarde de las que hacen afición. Ojalá Victorino vuelva a ser lo que fue. Con esta corrida y la de Sevilla vuelven las esperanzas en la ganadería de la A coronada.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes»): toros de Victorino Martín, muy bien presentados y con emoción. Encastados primero, segundo y sexto (el mejor). Con mucha clase, pero sin picante el cuarto. Más toreable el tercero. El peor fue el quinto.
– Paco Ureña (de rosa y oro): ovación tras petición y aviso, oreja tras aviso y palmas tras dos avisos.
– Emilio de Justo (de naranja y oro): ovación tras petición y aviso, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
*Al terminar el festejo salió a saludar el mayoral de la ganadería de Victorino Martín.

