EL JULI SE DESPIDE DE BILBAO CON UNA GRAN FAENA BAJO EL DILUVIO Y ROCA NAUFRAGA

A Julián López le bailaron el aurresku antes del paseíllo en señal de respeto y abandonó Bilbao con gritos de «Juli, Juli». Se iba uno de los toreros predilectos de esta plaza en el último cuarto de siglo y lo hizo cuajando una gran tarde (en especial, la faena a su segundo toro bajo el aguacero).

Compartía cartel con Roca Rey, que es quien ha cogido ese rol que antes tenía El Juli, pero que basa su toreo mucho más en recursos que en lo fundamental y hoy se vio totalmente desbordado por un pegajoso toro de Victoriano del Río, que echó una corrida mansa, pero encastada. Interesante y con opciones. Esas opciones también las exprimió Paco Ureña, con dos faenas de más a menos en las que hubo grandes muletazos, pero la espada se llevó las orejas.

Abrió plaza un precioso toro sardo claro que tuvo clase, pero estaba cogido con alfileres. La prodigiosa técnica del Juli lo mantuvo en pie. Le planteó la faena que el victoriano requería. El epílogo fue más arrebatado, realizando un molinete, un farol, el pase del desdén… pero como de costumbre mató mal y perdió la oreja.

La lluvia tampoco se quiso perder la despedida del Juli de Bilbao. Julián se arrebató aún más: un cambiado por la espalda, otro farol y hasta un molinete de rodillas. Pero antes había toreado muy ligado por ambos pitones, llevando al toro largo. Cerró por luquecinas. A pesar del pinchazo, la oreja fue de peso.

El segundo de Victoriano permitió a Ureña reencontrarse con su mejor versión en esta plaza en la que en 2019 cortó cuatro orejas en una tarde. Fue un toro manso, que se mostró abanto en la lidia, pero con mucha prontitud. Paco le dio sitio porque sabía que el toro iba a ir. Firmó naturales encajado, toreando con los riñones, pero sin retorcerse. La pierna siempre estuvo adelantada y los cites fueron enfrontilados. Hubo mucha pureza hasta que el toro cantó definitivamente la gallina y se fue a las tablas. Allí el murciano dibujó unos doblones muy toreros. Igual que El Juli, mal con la espada, que le cayó rinconera y muy vertical.

El quinto también blandeó, con la disculpa de que el ruedo no estaba en el mejor de los estados tras el chaparrón. Ureña le sacó series ligadas de derechazos, con menos ajuste que en el toro anterior, pero templadas, hasta que al final quiso cerrar con unas manoletinas que claramente le sobraron, porque el toro ya no repetía y, además, le enganchó la muleta. Lo quiso matar recibiendo pero el toro ya no se arrancaba. Al volapié tampoco estuvo acertado en este toro, ni tampoco con el descabello.

Roca Rey estuvo a la deriva con el encastado y pegajoso tercero, ya que fue un toro que se quedaba debajo sabiendo lo que se dejaba atrás. Además, tenía un cabeceo al embestir muy molesto para el torero, que no supo como meterle mano más que en una serie de derechazos. Quizás en las manos del Juli habría sido otra cosa…

La del sexto sí que fue una faena made in Roca Rey. Andrés lo citó en el centro del platillo para empezar con el cambiado por la espalda, pero el toro se mostró remiso a embestir, por lo que el peruano fue acortando distancias paulatinamente. Ya casi no había hueco suficiente para cambiarle el viaje y pasó lo que pasó. El toro le arrolló con una de las patas traseras, pero Roca Rey estuvo muy habilidoso para hacerse el autoquite dando un muletazo de rodillas que volvió loca a la afición de Bilbao. Después hubo otro cambiado ya de pie y un pase del desprecio mirando al tendido.
Ligó mucho los pases, aunque en una serie muy coreada, en realidad, lo empalmó todo en un muletazo, cayendo en el toreo noria en el que no se vacía el muletazo y no es nada ortodoxo. Mejor al natural, aunque muy en línea recta, pero con mejor trazo del muletazo y vaciando. El pinchazo se llevó otra oreja de ley (quizás le habrían pedido dos, pero en ningún caso era de dos y Matías no la habría dado). Aún así, el público pidió la oreja, pero Matías es un gran presidente y puso cordura. Eso sí, alguien debería decirle que tiene puesto en el palco presidencial el cartel de la feria del revés.

Plaza de toros de Bilbao (tres cuartos de plaza). Toros de Victoriano del Río, bien presentados en líneas generales y que cumplieron en el caballo pero mansearon en la muleta, aunque todos tuvieron opciones. Destacó la casta del tercero.

El Juli (de verde botella y oro): silencio y oreja.
Paco Ureña (de grana y oro): ovación tras aviso en ambos.
Roca Rey (de corinto y azabache): silencio y ovación tras petición.

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