Largas colas para entrar a la plaza, los bares de alrededor repletos, los victorinos esperando en chiqueros… se respiraba ambiente de tarde grande. A pesar de la baja de Roca Rey, que iba a matar por primera vez en su carrera los toros de la A coronada, el mano a mano tenia muchísimo interés. El Juli, en su despedida de Valladolid, volvía a verse con los de Victorino Martín. Habían pasado más de tres lustros desde la última vez que sucedió (en Las Ventas en aquella ocasión). Con la ausencia del peruano, toreaba tres toros en vez de dos, al igual que Emilio de Justo, el máximo especialista en la actualidad en esta ganadería. Sin embargo, la corrida de Victorino no terminó de cumplir las expectativas, ni en presentación, ni en juego, si bien es cierto que hubo tres y tres.

Entre los tres buenos toros metemos al primero con calzador. Era un toro que en los corrales destacaba por sus buenas hechuras. Invitaba a pensar que iba a embestir y embistió con clase, pero tenía poquita fuerza. Por ello, El Juli no pudo obligarle por abajo, a pesar de la humillación del cárdeno. Lo entendió a la perfección, dando otra lección. No obstante, la faena con ese toro careció de intensidad como para ser premiada con las dos orejas, que se pidieron. Estuvo bien el presidente aguantando y dando solo una.

El bizco cuarto cortó el viaje durante la lidia, avisando de lo que vendría después en banderillas. En la muleta fue un toro agarrado al piso, que no dio opción alguna a El Juli.
El madrileño le arrancó una al quinto, tras robarle algunos naturales. Fue una oreja cariñosa por la despedida para sacarlo a hombros. Muy barata. Este toro se lo brindó al vallisoletano Roberto Domínguez, quien fue su apoderado durante varios años.

Emilio de Justo echó por delante al más feo de la corrida, un animal cariavacado, impresentable en un cartel de tal expectación. Se mostró totalmente desentendido en cada pase del extremeño, que se empeñó en hacer faena y se pasó de faena, lo que le complicó a la hora de matar. Sainete con la espada.

El cuarto fue un victorino con opciones y humillador. La faena del de Torrejoncillo rompió al natural, aunque después hubo una gran serie de derechazos desmayados. Como siempre, destacaron sus pases de pecho a la hombrera contraria. Tardó en caer el toro, que vendió cara su vida. Oreja para Emilio.

Perdió la Puerta Grande con el encastado sexto, tras pinchar varias veces arriba. La faena tuvo altibajos, ya que por momentos el toro estuvo por encima. De Justo tragó, pero no acabó de poderle, salvo en una gran serie de naturales, muy elegantes.
Plaza de toros de Valladolid (lleno). Toros de Victorino Martín, desiguales de presentación y de juego. Destacaron cuarto y sexto.
– El Juli (de obispo y plata): oreja con petición de la segunda, silencio y oreja.
– Emilio de Justo (de azul marino y oro): silencio tras aviso, oreja tras aviso y silencio.


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