¿POR QUÉ SIGUEN PIDIENDO EL PILAR?

Los artistas no aprenden. Feria tras feria se empeñan en pedir la corrida de El Pilar en Madrid. O Juan Pedro. El Pilar y Juan Pedro. Juan Pedro y El Pilar. Es decir, las dos peores ganaderías de relevancia. Ah, y el segundo sobrero de hoy era de José Vázquez que, sin tener tanto nombre como estas dos citadas, también está podrida por ir buscando el «toro artista». Los artistas deben ser los toreros, pero necesitan toros para poder firmar sus obras de arte. Lo que sucede es que, normalmente, los toreros importantes (salvo alguna contada excepción, como la de José Tomás) o son más artistas o más de valor (también hay otros que no destacan en nada). Y, puesto que los artistas tienen poco valor, buscan el toro más cómodo. Nada de el que les proporcione el triunfo, sino el que no les ponga en aprietos. Como los de El Pilar.

Ya coincidieron Ortega y Aguado en la pasada Feria de Otoño con los de El Pilar y fue un fiasco, aunque hubo un buen inicio de faena de Juan. Hoy ni eso. Solo un quite. Pablo repitió con El Pilar (y con Urdiales como en Otoño) en San Isidro y solo hubo toreo de capa, porque llegaban muertos a la muleta. Lo de El Pilar está para el matadero: manso, descastado, parado… así siempre, salvo cuando las matan los humildes. Como los ganaderos saben lo que tienen, ahí es cuando echan lo encastado. Qué pena…

Abrió plaza «Potrillo», nombre ilustre de la casa. A la postre fue el mejor toro. Como dice Rafa, el de Toreoenredhondo, «venía picado del campo». Y es que por su embestida al ralentí ya de salida parecía que tuviese encima dos puyazos. Por lo tanto, fue un toro soso, pero menos que los restantes. Damián toreó templado a la verónica y remató con una gran media, pero el momento cúlmen de la tarde llegó en el quite de Juan Ortega. No solo de la tarde, sino que fue de lo mejor que se ha visto en Madrid en toda la temporada (también esto indica cómo ha sido la temporada venteña). Fueron tres verónicas, las dos por el izquierdo eternas, toreando con todo el cuerpo. Se paró el tiempo. Por el derecho le tocó el capote, aunque la intención fue igual de buena. La media estuvo a la altura.
Damián Castaño toreó al toro a la velocidad que embistió, es decir, despacito, aunque sin detener los relojes como había hecho Juan en ese quite superlativo.
El salmantino compuso la figura y le vi mejor que en otras plazas durante el verano, pero sin conectar con el tendido.

Al cuarto lo toreó con empaque y echando la pierna hacia delante, pero también dejando un hueco entre la muleta y su cuerpo. No es incompatible el echar la pierna hacia delante cargando la suerte y estar despegado. Se vio en una ocasión que el toro se le coló por ese hueco del que hablaba, al quedarse descubierto. El público, ya cansado, le pidió que no se pusiese pesado y Damián terminó con el de El Pilar con una estocada delantera.

Juan Ortega nos dejó con la miel en los labios. Tuvo el peor lote de la mala tarde de El Pilar. Se protestó mucho, y con razón, a su primero. Un toro con aspecto de novillo, pero altote. Es que, además de mala en juego, la corrida estuvo muy mal presentada. Juan acalló las protestas con otra verónica plena de expresión, pero no pudo ligarla con otras porque el toro no pasaba. No tenía nada de recorrido. Ortega se justificó con bellos muletazos que no dijeron nada por la condición del toro.

En el quinto no pudo hacer nada, ni con el capote, ni con la muleta. Que esto le sirva para reflexionar sobre las ganaderías con las que se anuncia, especialmente, en una plaza de la importancia de Las Ventas.

Pablo Aguado toreó también muy despacio a la verónica al tercero, pero solo en las primeras del recibo. En las siguientes el toro ya no embestía, solo que pasaba por allí sin entrega. Se pasó de faena con la franela. ¿Qué necesidad tiene un torero de su corte de alargar la faena ante tal marmorillo?

También se puso pesado con el sexto, ya con el respetable enfadado. Demasiado aguantaron. Aquí ya afloraron definitivamente las protestas mientras Aguado toreaba, a grito de «miau», «Plaza 1 dimisión» y un clásico como es el «¡Pum! ¡Petardo!». Y es que ese es el mejor resumen de la tarde: un petardazo de El Pilar. Que no vuelva más.

Plaza de toros de Las Ventas (21.436 espectadores). Toros de El Pilar, mal presentados, mansos, descastados y agarrados al piso.

Damián Castaño (de azul soraya y oro), que sustituía a Daniel Luque: silencio en su lote.
Juan Ortega (de rosa palo y oro): silencio y silencio.
Pablo Aguado (de nazareno y oro): silencio en ambos.

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