Apuntó cosas importantes la corrida de Victoriano del Río, pero le faltaron finales. Si hubiese tenido duración habría sido otra cosa. ¿O no? Y es que el viento también condicionó mucho la tarde, en especial, a un Manzanares que firmó bellos muletazos, pero no se confío. Rufo cortó una oreja tras una voltereta y Castella dibujó un precioso inicio de faena antes de ponerse pesado.

Tomás Rufo cuenta con el beneplácito del público, ansioso de aplaudir en cuanto liga las series. Esa predisposición también viene motivada por llevar a Fernando Sánchez en sus filas, un tercero de categoría que es predilecto en la capital. Hoy volvió a saludar dos ovaciones, clavando a toro pasado (sobre todo en el último), pero también dejándose llegar mucho a los animales y andando en torero.
Tras el correspondiente saludo de los banderilleros, Rufo empezó la faena de hinojos citando al toro en las rayas, pero a gran distancia. En el último momento se sacó el pase de pecho. Tragó y mucho también para ligar los pases posteriores, porque al toro le costaba trabajo. El de Victoriano tenía mucha clase, pero nada de fuerza, por lo que perdió las manos en repetidas ocasiones cuando Tomás le daba las series de derechazos, rompiendo el ritmo del trasteo. Además, le echó varias miradas (ya desde ese prólogo de rodillas) hasta que le cazó. Afortunadamente, no hubo cornada y Rufo volvió a la cara del toro para dejar una gran serie de naturales, muy templados y hasta atrás. Largos. Midió bien la faena viendo que el toro no daba para más y tras una estocada honda, algo delantera y rinconera, cortó la única oreja de la tarde.

El público estaba deseoso de sacar al de Pepino a hombros, como ya hicieron el día de su confirmación (de manera polémica). En cuanto ligó la primera serie, rompieron a aplaudir. Pero el toro de Victoriano no tuvo nada: ni en juego, ni en presentación. ¿Dónde metía esos 592 kilos? Estaba muy escurrido. En general, la corrida de Victoriano estuvo muy justa de presentación. Quizás, solo debería haber venido con una corrida (veremos cómo es la del 7 de junio). Tomás Rufo se obsesionó más aún que el respetable con la Puerta Grande y se puso pegapases, dando uno tras otro sin ton ni son. Fuera de sitio.
El primer toro de Manzanares también posibilitó opción para tocar pelo, mas José Mari no lo hizo. Hace tiempo que no atraviesa su mejor momento. No obstante, el toro no era fácil. Ya en el capote apretó mucho al alicantino y a Rufo en su quite. Se le quedó debajo al manchego tras dos buenas chicuelinas.
El inicio de faena de Manzanares fue primoroso (qué buenos inicios ha habido hoy; no así finales): con empaque y un par de trincherazos de cartel. Las primeras series también resultaron vibrantes (aunque despegadas) por la ligazón que imprimió ante un animal repetidor y humillador. Lo mejor fue un derechazo en redondo lentísimo y un cambio de mano marca de casa. Al natural bajaron toro y torero y ya no levantó el vuelo la faena. Tan cierto es que Manzanares, muy pendiente del viento, no terminó de acoplarse a un toro bravo en la muleta, como que este bajó la persiana. Se agradece el intento de José Mari de matar recibiendo, dejando media estocada arriba.

De nuevo, apurado con el capote con el quinto. Como siempre, compuso bien la figura, a diferencia de otros que se retuercen, pero la faena fue de tiralíneas, sin llevarse al toro detrás. Esta vez no estuvo acertado con el acero.
El primero de la tarde ya levantó protestas por la presentación (tónica que se mantendría el resto del festejo). Lo lidió bien José Chacón antes de un trasteo intrascendente que terminó con un pinchazo trasero, caído y tendido antes de una estocada también trasera y baja.
Sí que tuvo transcendencia, belleza y torería el personal y variado inicio de Castella al cuarto, combinando trincherillas, pases de la firma, del desdén… La siguiente serie de derechazos la inició con el pase de las flores. El diestro galo lo tuvo que retener en su muleta para que no se fuese a tablas, algo que había marcado desde salida, cuando casi da un susto a Miguel Abellán al amagar con saltar al callejón justo donde estaba el director del Centro de Asuntos Taurinos. Contrastó con el comportamiento pronto y de bravo que tuvo en el tercio de varas, donde Manuel Bernal estuvo soberbio. Puso los dos puyazos en el sitio, a pesar de que el primero fue al relance y con el toro viviendo de muy lejos.
Después, el victoriano se vino a menos y Sebastián se puso pesado (hasta arrojando la muleta en un desplante). Se pasó tanto de faena que le costó mucho cuadrar al toro para entrar a matar. Finalmente, lo hizo en el centro del ruedo.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes»). Toros de Victoriano del Río, justos de presentación (protestados de salida varios) y sin fondo. Bravo y humillador el segundo, enclasado, pero sin fuerza el tercero y con prontitud en el caballo el cuarto.
– Sebastián Castella (de azul marino y oro): silencio y ovación tras aviso.
– José María Manzanares (de azul marino y oro): ovación y silencio.
– Tomás Rufo (de azul noche y oro): oreja y silencio.

