Victorino Martín lidió una gran corrida de toros ayer en Valladolid, con un toro de vuelta al ruedo al que cuajó Emilio de Justo. No se entendió igual con los demás, si bien dio una buena tarde de toros. Fue una corrida entretenidísima por la casta, la clase y la codicia que sacaron los toros de la A coronada en la segunda encerrona que hacía Emilio con este hierro (la primera fue en Dax). Además, volvía a anunciarse en solitario con seis toros después del tremendo percance que sufrió en Madrid hace dos años y medio, la última vez que lo hizo (con toros de distintas ganaderías en aquella ocasión). Ese día se quedó Álvaro de la Calle con cinco toros y solventó la papeleta. Hoy volvía a ser el sobresaliente y De Justo tuvo el precioso gesto de brindarle el sexto toro y dejarle hacer el quite, muy aplaudido por los abundantes salmantinos que había en los tendidos pucelanos.

Abrió plaza un toro con el que tuvo que hacer un esfuerzo el de Torrejoncillo, pues fue un animal complejo. Faena de poder a poder, aunque no terminó el diestro de ganarle la partida al animal. Destacaron sus pases de pecho a la hombrera contraria, marca de la casa, a pesar de que el toro era tobillero y se volvía rápidamente. Tras un pinchazo, la estocada se le fue algo trasera y rinconera, tónica habitual del festejo.

Muy serio el segundo, por encima del trapío habitual de esta plaza. El mejor presentado de la tarde. Se lo sacó a los medios con el capote en una gran lidia, tanto que el toro se sintió podido y cantó ya la gallina. En la muleta también salió desentendido y con ganas de rajarse, por lo que Emilio le dejó la franela siempre puesta y le ganó un paso cuando el muletazo finalizaba hacia la querencia. Muy inteligente. De nuevo, grandes pases de pecho y un final por bajo torero y poderoso. Se le dieron dos orejas muy generosas.

El toro de la tarde (también la faena), sin duda, fue el tercero: “Porteño”, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre de manera merecidísima. Alguno pidió incluso el indulto, que habría sido exagerado. Emilio no lo dudo e hizo el gesto de que lo iba a matar con la espada. ¡Bien! Lo intentó saludar a la verónica, pero por el izquierdo no se los tragaba, por lo que acabó saliéndose con él hacia el centro del ruedo, con el toro humillando una barbaridad, con codicia. “Porteño” tomó dos varas empujando. Fueron, además, en el sitio los puyazos y es que esta fue una de las corridas mejor picadas del año (solo marraron en el primer toro). En general, las cuadrillas estuvieron muy bien. Las primeras series fueron por la derecha con De Justo tratando de abandonarse, aunque el toro tenía mucho poder. Era encastado, pero muy enclasado, una combinación perfecta que se da en esta ganadería más que en ninguna otra. Puesto que con el capote se le había colado por el pitón izquierdo, tardó en ponerse al natural. Sin embargo, ahora sí embistió con franqueza por este pitón e, incluso, con más recorrido que por el derecho. Aquí rompió la faena de la tarde. Al ralentí y con la figura erguida. Muy vertical. Muy bien Emilio de Justo con un toro excelente. El final fue al natural a pies juntos. Fue una pena el pinchazo que le privó del segundo trofeo que, ahora, sí habría sido justo de haber matado bien al primer intento.

A los cuatro primeros toros se los sacó a los medios con el capote y empezó por bajo con la muleta en el tercio (faltó variedad). Fue este un Victorino más endeble, que perdió varias veces las manos. De Justo trató de hacerle faena, pero después de lo vivido en el toro anterior, había poca transmisión.

Otro gran toro fue el quinto, “Escrupillo”, ovacionado en el arrastre. Sin llegar a la excelencia del tercero, fue un toro que también combinó casta y clase. ¡Cómo humilló! Lo lidió muy bien Juan José Domínguez, que está de dulce (ya se había desmonterado tras parear al segundo). Sin embargo, faltó acople por parte del torero; quizás, ya menos lúcido de ideas después de tantos toros. Estuvo fuera de sitio, algo que aquí no se protestó, pero en Madrid sí se habría hecho. Aunque corrió bien la mano, era un toro para apostar y haberse puesto donde puso la muleta. Realizó naturales con la derecha. De nuevo, estuvo listo cerrando con un poderoso epílogo que calentó al respetable. Lo mejor fue el estocadón hasta la bola y en lo alto. De premio. La estocada merecía la oreja, pero las dos que se le concedieron se volvieron a antojar excesivas.
“Melonero” cerró la tarde, nombre habitual en la casa. Fue un toro terciado, de menor trapío y que, también, dio menos juego que el resto (a excepción del débil cuarto). Morenito de Arles y Pérez Valcarce se desmonteraron. Fue este el toro en el que pudo realizar el quite Álvaro de la Calle, por verónicas poco lucidas y con precauciones, pero rematadas con una gran media. Avanzada la faena, Emilio de Justo, de nuevo, volvió a arrojar la ayuda y toreó por naturales por ambos pitones.

Fue una gran tarde de toros, con un Emilio que cuajó una gran faena, hizo un esfuerzo con otros y no se terminó de entender con el quinto, un gran toro de Victorino, aunque no tanto como el tercero. No faltaron los brindis a los sobresalientes, a su apoderado y empresario de la plaza (Alberto García), a Victorino Martín y, por supuesto, al público, que ya le había sacado a saludar tras el paseíllo y acabó llevándoselo en hombros hasta el hotel.

Plaza de toros de Valladolid (casi lleno): toros de Victorino Martín, bien presentados para Valladolid, aunque desiguales. Íntegros. Fueron humilladores, codiciosos, con poder y con complicaciones. Ofrecieron una gran tarde. Blandeó el cuarto y fue más soso el último. Destacaron el quinto y el tercero, un gran toro: bravo, encastado y enclasado, que embistió arrastrando el hocico. Justísima vuelta al ruedo.
- Emilio de Justo, en solitario (de nazareno y oro): ovación, dos orejas, oreja, ovación, dos orejas y silencio.

