Alejandro Talavante no es ni la sombra de lo que fue antes de la retirada. En esos cuatro años sin torear perdió completamente el sitio, pues se fue siendo, probablemente, el torero en mejor momento para ver una versión totalmente distinta de él cuando volvió. Se dice que las segundas partes nunca son buenas. En este caso se cumple el dicho, ya que ya han pasado tres años desde que volvió y sus faenas buenas se cuentan con los dedos de una mano (y nos sobrarían). Oportunidades no le han faltado. Hoy, en una plaza menos triunfalista que casi todas (o todas) las de segunda, salió pitado. No se acopló con el engatillado cuarto, un serio y buen ejemplar de Victoriano. No fue de bandera, claro está, pero hace seis años (por no decir en su fantástico 2011) le arma un lío. Estuvo, además, errático con la espada.
¿Desconectó con el descanso de la merienda?

En realidad, con el primero de la tarde no había estado mal. Tampoco demasiado bien, pero se había ceñido más de lo que acostumbra últimamente y basó su faena en la izquierda, cuando otros toreros apenas la cogen. Pero no fue esa izquierda de oro de antaño. Decía con el dedo que en el siguiente sería (vamos, el gesto que hace todos los días), pero en el siguiente fue el petardo.

El mejor toro, quizás, fue el tercero. Al menos, el más bravo y el de mejor condición, aunque se vino a menos. La corrida de Victoriano me recordó a la de Madrid del 16 de mayo: con buenas maneras, pero venida a menos. En ambos casos nos queda la duda de cómo habrían respondido en otras manos.
Este tercero hizo una gran pelea en el tercio de varas, derribando. Fernando Sánchez se lució en banderillas, muy torero, y Rufo en un primoroso inicio de faena de rodillas toreando en redondo, con el toro repitiendo con mucho fuelle. Puso al público en pie y a la banda a tocar. Ligó bien los pases y dio ese pase genuflexo con la izquierda que tantó gustó cuando se dio a conocer en Madrid de novillero. De nuevo, finalizó por bajo antes de dar un natural a modo de remate, precisamente, con mucha naturalidad y verticalidad, casi convertido en un pase del desdén. No estuvo mal Tomás Rufo, pero el de Victoriano fue a menos y, por ello, la faena, aunque remontó con ese gran final. No acertó con la espada y todo quedó en una ovación.

El sexto fue un toro muy soso con el que el torero de Pepino apenas pudo ni siquiera darse el arrimón. Fue el peor de la tarde. No obstante, pudimos ver un par sensacional de Fernando Sánchez, esperando mucho al toro y clavando cerca de las tablas.

El quinto tampoco albergaba muchas esperanzas. Había desarmado a Juan Ortega con el capote (que no se pudo lucir) y había hecho otro extraño en el tercio de banderillas. Además, estaba justo de fuerzas, por lo que comenzaron algunas propuestas.
El inicio con un par de templadas trincherillas de Juan Ortega fue marca de la casa, aunque nunca le ha vuelto a salir tan bien como hace un año en Valladolid (eso es casi irrepetible). Faltó toro en esta ocasión, porque aunque Ortega lo hizo todo con mimo no había transmisión. Sin embargo, poco a poco fue enseñando a embestir al toro en una faena de largometraje, hasta terminar robándole varias series buenas, sobre todo una al natural. No faltaron sus remates toreros, como trincherazos, un molinete y otro invertido. Qué gusto tiene Juan. Cortó una oreja, aunque apetece verle con un toro más bravo y encastado.

De hecho, con su primero no se terminó de acoplar, ya que tras varios importunos enganchones se cayó la faena. El saludo a la verónica fue muy bueno. Mejor aún el quite por delantales al ralentí, abrochando con una media muy enroscada, como enroscados fueron los pases con la muleta, siempre buscando rematar detrás de la cadera con esa pureza que le caracteriza. Pero trata de torear tan despacio que, a veces, los toros le enganchan el trapo. Es lo que pasó hoy y la faena, como decía, se vino abajo.

Plaza de toros de Albacete (más de tres cuartos de entrada): toros de Victoriano del Río y Cortés, serios y con remate (en especial, el ofensivo cuarto), aunque sospechosos de pitones por las bolitas. Dieron un juego desigual, aunque, en general, tuvieron buena condición, pero se vinieron a menos. Empujaron bien en el caballo.
– Alejandro Talavante (de burdeos y oro): silencio y pitos.
– Juan Ortega (de verde hoja y oro): ovación y oreja.
– Tomás Rufo (de azul marino y oro): ovación tras aviso y silencio.


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