La Comunidad de Madrid celebró el festival por los afectados de la DANA en Valencia después del castellanoleonés, que tuvo lugar ayer en Alba de Tormes.
En Vistalegre se colgó el cartel de «No hay billetes«, aunque de forma un tanto sospechosa, pues en en los tendidos más caros, las últimas filas estaban prácticamente vacías. Aún así, hubo un gran éxito de público, por lo que la recaudación habrá sido importante.

Antes del paseíllo, el torero valenciano «El Soro» interpretó un solo de trompeta y se cantó el himno de valencia con la bandera en el centro del ruedo. Especialmente emocionado estaba el alicantino José María Manzanares.

Como no podía ser de otra forma, abrió plaza el diestro de Chiva, Enrique Ponce. Trajo un feo novillo de Garcigrande, reglamentariamente afeitado, pero que parecía de rejones. Prontó mostró su justeza de fuerzas. Invalidez, más bien, pero al estar en un festival y ser el primero de la tarde, no se devolvió.
Ponce hizo una faena de enfermero, en lo que es un experto, y lo mantuvo en pie. Faena aseada sin ajuste, pero hoy no era día para exigir, dado el carácter benéfico del festival. Toreó con mayor relajo con la derecha.

El segundo, también de Garcigrande, tuvo mucha clase. Castella lo vio rápido y se abandonó. Estuvo relajadísimo desde su recibo capotero. ¡Con qué templanza y suavidad quitó por chicuelinas y tafalleras!
Igualmente, el inicio de muleta fue una delicatessen. Sensacional. Con mucha quietud combinó pases por alto con otros por bajo. La trincherilla fue cumbre, así como el cambio de mano.
La siguiente serie mantuvo la intensidad, con Castella muy sereno y el novillo colocando muy bien la cara. Casi haciendo el avión. Hubo muchos detalles toreros: más trincherillas y cambios de mano, pases de la firma y del desdén… pero el toro se fue viniendo a menos y Castella también, que esta vez no estuvo tan rápido para ver qué había que cortar la faena. Medir los trasteos nunca ha sido lo suyo. Así pues, alargó la obra más de la cuenta con el toro rajado y, además, fue dos veces desarmado, por lo que la faena se derrumbó completamente. Hay que anotar que, mientras que el segundo desarme fue por un enganchón, el primero fue porque estaba toreando tan con las yemas de los dedos que perdió, prácticamente, él solo la franela. Cortó una oreja.
Manzanares saludó con elegancia y facilidad al abrochado colorado de Jandilla. La faena nunca tomó vuelo y a punto estuvo de ser cogido. Hace tiempo que José Mari no está.
Hasta la espada le hizo guardia.
Talavante lidió un novillo de El Freixo, propiedad de El Juli, al que se premió con una excesiva vuelta al ruedo que condicionó la tarde, ya que provocó un triunfalismo que hizo que también se azuleara al de Domingo Hernández y se llegase a pedir también la vuelta al ruedo al último de Garcigrande.
Talavante estuvo imaginativo. Como él siempre ha sido. Sin embargo, esa imaginación últimamente daba la sensación de ser impostada, nada natural. Parecía que todo era por calentar al público y se había olvidado del toreo fundamental. Hoy no hemos visto a ese gran Talavante de antes de la retirada, pero es una de las veces que mejor ha estado desde entonces. Ojalá esa Puerta del Príncipe de Sevilla en septiembre marque el inicio de la vuelta del mejor Talavante, aunque lo dudo bastante a estas alturas.
Pero vayamos con lo de hoy. Alejandro estuvo variado ya con el capote. Realizó un meritorio quite por gaoneras de mucha quietud. Tal y como fue el inicio estático de faena, al que le faltó verticalidad. Sí que toreó mucho más erguido al natural, que siempre ha sido su mayor virtud. Muy templado. No faltaron los adornos en forma de molinetes invertidos, pases mirando al tendido, un desplante arrojando la muleta, un pase cambiado por la espalda y una excelsa arrucina que se sacó de la chistera sin apenas espacio y con la izquierda. Arrimón final y dos orejas al esportón, además de la comentada vuelta al ruedo al novillo de El Freixo.

También se premió con la vuelta al ruedo al de Domingo Hernández, el más cuajado y menos afeitado del encierro. Salió suelto del capote de Fernando Adrián, pero cuando se quedó a solas con el torero madrileño embistió con gran repetición… hasta que al final se rajó. Por eso, nunca se le debió azulear.
Fernando Adrián comenzó su faena de muleta con un arriesgadísimo inicio de rodillas y con cambiados por la espalda en el centro del ruedo, que ya ha hecho marca de la casa. Ligó esos péndulos a varios pases templados de rodillas sin rectificar la posición.
Este torero es una máquina de sacar pases. Pega muchos. Unos mejores y otros peores, lo que normalmente para el público general es una gran virtud y para el aficionado más puro, un defecto, pues a veces no importa cómo los dé; solo que los dé. De hecho, hubo algunos muy fuera de cacho y pasándose al novillo bien lejos, además de hacerlos con una estética dudosa. En lado opuesto, hubo otros en los que tragó para dejar la muleta siempre en la cara y poder ligar, dotando a la faena de gran intensidad. Intensidad que perduró hasta el final, ya que cuando el novillo buscó las tablas, el de Torres de la Alameda se lo llevó a esos terrenos con un natural de rodillas, un doblón por abajo para poderlo y que no se rajase más y una gran trincherilla de sometimiento. Estuvo valiente e inteligente.
Cortó dos orejas y se premió al novillo de Domingo Hernández con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Roca Rey quedó (como su chaquetilla) en blanco. La gente había ido a verlo y se notaba el runrún antes de que saliese su novillo de Cuvillo, que fue muy parado. Todo lo contrario a lo que necesita Andrés. Él necesita un toro encastado con el que ese toreo de cercanías tenga mayor transmisión, como pasó en Las Ventas con el toro de Fuente Ymbro que le terminó hiriendo.
El quite por gaoneras tuvo quietud, pero menor sentimiento que los quites realizados previamente por Castella y Talavante.
Empezó por estatuarios y terminó en los terrenos del toro por circulares invertidos y el arrimón. Faena insulsa de Roca con un novillo igual de insípido.
Olga Casado saludó una ovación antes de que saliese su novillo (quién diría que era un novillo con picadores, pues parecía un eral). El público estaba con ella. Le terminaron dando hasta el rabo.
Vuela el capote con clase. En el quite realizó una saltillera que trató de ligar ¿tal vez con el quite de oro? Nos quedamos sin saberlo, porque la idea era muy buena, pero arriesgada, y el novillo casi la prende al hacer hilo. Pudo rematar por gaoneras perdiendo pasos. Brindó a Ayuso, que después se tapaba la cara cuando Olga se puso a torear de rodillas en mitad de la faena. Ciertamente, hizo de todo. Empezó con el péndulo. Ligó bien las series por ambos pitones, aunque tardó en coger el izquierdo. Tras torear con temple al natural, Abellán hacía el gesto de «a matar», pero Olga estaba disfrutando y se veía capaz de todo. Por eso, hizo hasta tres finales después de terminar con el toreo fundamental (que hizo con más verticalidad que muchos de los matadores). El primero de esos finales fue por bajo, muy torero. Ahí sí parecía que se iba a ir a por la espada, pero antes quiso dar unas poncinas. Ponce asentía desde el burladero y decía «bieen».
Ahora sí fue a por la espada de verdad no sin antes realizar una serie de manoletinas. Faena de largometraje. Estocada hasta la bola y dos orejas y rabo. Otro nombre, el de Olga Casado, a tener en cuenta el próximo año ya en el escalafón de novilleros con caballos.

Plaza de toros de Vistalegre (lleno de «No hay billetes»): novillos de Garcigrande (primero, segundo y séptimo), Jandilla, El Freixo (premiado con la vuelta al ruedo), Domingo Hernández (premiado con la vuelta al ruedo) y Núñez del Cuvillo.
– Enrique Ponce: vuelta al ruedo por su cuenta.
– Sebastián Castella: oreja tras aviso.
– José María Manzanares: ovación.
– Alejandro Talavante: dos orejas.
– Fernando Adrián: dos orejas.
– Roca Rey: ovación tras aviso.
– Olga Casado: dos orejas y rabo tras aviso.

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