Arrancó la temporada en Las Ventas con una corrida de Adolfo Martín que levantó gran expectación entre los aficionados por ser la primera del año y, especialmente, por la seriedad del encierro, con tres toros que el próximo mes cumplirían los seis años. Toros excelentemente presentados. Quizás, no veamos una corrida con tanto trapío en el resto de la temporada. La plaza registró una gran entrada (seguramente, invitaciones mediante) en una tarde muy fría, pero en la que respetó la lluvia.

La tarde fue un compendio de lo que es la tauromaquia: se vio la épica, la cogida y, también, el fracaso absoluto.
Damián Castaño hizo bueno el dicho de Puerta Grande o enfermería. En este caso la moneda le salió cruz.
Una actuación diametralmente opuesta tuvo Rafael de Julia, apático y desbordado desde el primer momento. Incapaz de matar. Si tuviese vergüenza torera hoy se habría cortado la coleta.
Adrián de Torres pechó con el peor lote y se quedó en blanco. No tuvo opciones.

Abrió plaza un precioso toro de Adolfo Martín que levantó la primera ovación de la tarde. Tenía dos agujas por pitones. Apretó mucho hacia las tablas a un Rafael de Julia que no fue capaz de sacárselo a los medios. Con la muleta dio la sensación de no estar en la tarde. Sensación que después se ratificaría.

El veleto segundo de la tarde fue otro ejemplar de excelente presentación, con dos imponentes velas. Muy astifino. Damián Castaño sí supo ganarle terreno y llevarlo al centro del ruedo mostrando su faceta más lidiadora.
Dejó largo al toro en el tercio de varas, luciéndolo.
El toro arrancaba con ímpetu y, tras una primera serie en la que el salmantino trató de poderle, Damián se puso a torear asentado y relativamente erguido. El toro era pronto y tenía gran repetición, por lo que la faena fue vibrante. Por el pitón izquierdo se obró el milagro del temple, con el adolfo haciendo el avión en una serie, como hacen los grandes toros de este encaste y Damián toreando al natural al ralentí. Fue la gran serie de la faena y de la tarde. Tras un bonito final de faena con ambas manos, con un último pase largo para salir de la cara del toro de forma muy torera, Damián cogió la espada que tantas orejas ya le ha hecho perder en esta plaza y, aquí, perdió otra más. La faena era de oreja de peso, pero se quedó en una ovación tanto para el diestro como para el animal.

El tercero fue otro adolfo muy en el tipo de la casa. Cornivuelto. Bellísimo. Se arrancó de largo en las dos varas que tomó, pero se notó que no iba con las mismas ganas de pelea que el anterior.
Fue flojo de romos y Adrián de Torres (que ya había acto de presencia con una ceñidísima chicuelina en el quite del toro de Castaño) mostró su gran trazo del muletazo, especialmente, al natural. Sin embargo, no pudo transmitir nada con este toro. Lo veremos en San Isidro con la corrida de Araúz. Apetece mucho porque sabe torear muy bien. Lo que no sabe es matar. La estocada fue traserísima.

El cuarto, playero, tenía los rizos que dan la edad y una mirada que asustaba. Y debió asustar mucho a un ausente Rafael de Julia. De nuevo, el toro se lo comió en el recibo capotero.
Salió con la espada de matar, cuando en realidad el toro no había mostrado ser tan malo para ello, no sin antes sufrir un tropezón que lo dejó a merced. Tardó muchísimo en levantarse, dando la sensación de que no tiene las facultades físicas necesarias para torear. Está mayor y lo mejor que podría hacer es volverse a retirar para centrarse en la escuela taurina. Hoy dio una clase magistral a sus alumnos. Una clase de lo que no hay que hacer.
Entró a matar una y otra vez con el brazo izquierdo extendido, sin hacer la cruz. De adorno. Y saliéndose de la suerte de forma descarada para matar en los bajos. ¡Vaya ejemplo!

El quinto fue el típico albaserrada tobillero, que sabe en todo momento lo que se deja atrás. Pero Damián Castaño decidió lanzar la moneda y librar una batalla con él. A Damián hay que verlo en los compromisos importantes, en los que de verdad cruza la raya, porque parece otro torero. La semana pasada en Villaseca, seguramente, fue con el freno de mano algo echado al saber que hoy tenía Madrid. Le robó muletazos sin amedrentarse al cárdeno hasta que la lógica cayó por su propio peso y fue herido. Era otra faena de oreja. La papeleta le cayó al director de lidia, Rafael de Julia, que volvió a dar otro mitin con espada y descabello, demostrando ser un torero muy medroso. No está para esto.

Cerró plaza un adolfo acarnerado y de gran longitud de pitones, también típico de esta ganadería. Fue un toro sin fuerza con el que Adrián de Torres pasó en blanco. No obstante, lo que debía hacer, que era matar con decoro, no lo hizo, pinchando en reiteradas ocasiones. Se da la circunstancia de que hubo tres matadores que no saben matar.

Plaza de toros de Las Ventas (13881 espectadores). Toros de Adolfo de Martín, muy bien presentados, serios y astifinos. Rozando los seis años varios. Destacó el segundo. Encastado y complicado el quinto. Complejo el primero. No nos mostraron al cuarto. El lote de Adrián de Torres muy flojo, sin fuerza y descastado.
– Rafael de Julia (de tabaco y oro): pitos y bronca.
– Damián Castaño (de catafalco y oro): ovación tras aviso y ovación que recoge su cuadrilla (herido en su segundo).
– Adrián de Torres (de marfil y oro): silencio tras aviso en ambos.


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