Dolores Aguirre viene cosechando distintos triunfos en los últimos años en Bilbao, la feria del 3 puyazos y en el país vecino, en Francia. Sin embargo, Madrid se le resiste. La temporada pasada falló en la novillada de agosto y en el desafío de septiembre. Este año tampoco ha estado a la altura en su compromiso isidril. Ni por juego, ni por presentación, con una primera parte de la corrida totalmente anovillada y excesivamente vareada. Sin cuajo.

Damián Castaño y Juan de Castilla (cogido) mostraron una gran predisposición, al contrario que Fernando Robleño, que cambió la ovación inicial por ser su primera corrida en Madrid desde que anunció su retirada por una importante pitada tras abreviar y hacer guardia con el cuarto toro.

El primero fue protestado de salida. ¿Cómo pasó el reconocimiento un toro de tan poca presencia? Mostró su clara descendencia de Atanasio (no solo por su nombre: «Langosto»), sino por su comportamiento de manso. Buscó la huida desde el principio. No tuvo fijeza.
Poco pudo hacer con él Robleño, igual que con el cuarto. No tuvo el lote, desde luego, dentro de una mala corrida de Dolores. Ese cuarto estaba totalmente aplomado, agarrado al piso. Sin embargo, cuando se arrancaba Fernando era un mar de dudas, sin ser capaz de quedarse quiero ni estirarse. No era sencillo, por supuesto, de ahí que abreviar pudiese estar hasta justificado. Todos los días pedimos que no nos aburran con pases y más pases sin decir nada con toros que no tienen opciones. El problema fue cómo mató: haciendo guardia. Y no sacó la espada para descabellar. Se ganó una buena pitada y se quedó mirando hacia el 7 con esa cara de pocos amigos. Se sintió dolido tras cambiar la cariñosa ovación tras el paseíllo por la bronca.

Juan de Castilla levantó la tarde en el tercero. O mejor dicho, el público conectó tras una feísima voltereta que le propinó el toro al cruzársele de lejos, yéndose directamente al cuerpo del torero y levantándolo de nuevo del albero. Luego supimos que tenía cornada. Eso fue lo que hizo al respetable entrar en la faena, que fue más de querer que de poder, porque el toro no andaba sobrado de bravura. Tenía más bien genio. Juan de Castilla estuvo algo despegado, pero robando pases con mérito. Entró con todo a matar, perdiendo la muleta, pero dejando la espada arriba. Buena estocada, pero el toro fue muy duro para morir, sacando su casta y levantándose en varias ocasiones.
El colombiano dio una justa vuelta al ruedo.

Al descastado sexto lo recibió con una portagayola llena de incertidumbre al no acudir presto el toro.
Después, nada pudo hacer con él. Tampoco ayudó la carnicería del picador. ¡Qué mal lo picó!
Juan de Castilla terminó el estropicio con un pinchazo en la paletilla al entrar a matar.
Damián Castaño volvió a dar una gran imagen en Las Ventas. Sabe donde hay que jugársela. No pasó mucho en el segundo y, por eso, cuando tomó la muleta para empezar su faena al precioso melocotón que hizo quinto puso cara de enfado y se apresuró a torear al natural. Siempre mostrando la femoral. Ligó después una serie de derechazos por bajo que fue la de mayor mérito del trasteo, ya que fue la única ligada. Después ya el toro no sé tragaba más de dos seguidos y había que cruzarse de nuevo. Bien Damián, sabiendo cuáles son los gustos de Madrid. Le robó dos trincherazos que fueron dos carteles de toros. Ambos los trató de rematar después de nuevo con el cambio de mano sin que el toro pasase. Parecíamos estar viendo la misma serie. Como de costumbre, pinchó. A la segunda clavó una buena estocada en lo alto.

Plaza de toros de Las Ventas (19569 espectadores). Toros de Dolores Aguirre, desiguales de presentación (anovillados los primeros, mejor presentados los tres últimos, sobre todo, el precioso melocotón lidiado en quinto lugar). Fueron mansos y complicados, muy parados.
– Fernando Robleño (de mostaza y oro con remates en negro): silencio y pitos.
– Damián Castaño (de azul marino y oro): silencio y ovación.
– Juan de Castilla (de grana y oro): vuelta al ruedo y silencio.


Deja un comentario