Al torero que más toros le sirven en la actualidad es a Borja Jiménez. No deja pasar uno. Si no embiste el toro, ya lo hace él. Pero ojo, toreando. Solo así se rinde Madrid. El año pasado apuró sus tres comparecencias al final de feria y le salió redondo, pues la feria no rompió hasta que llegó Borja con su faena al toro «Dulce», de Victoriano del Río. Este año le ha dado una vuelta más de tuerca a ese planteamiento, concentrando las tres tardes en junio, en apenas diez días. La de hoy, el domingo la Beneficencia (previo paso por Nimes para encerrarse con seis victorinos el sábado) y la corrida In Memoriam también de Victorino Martín el día 15. La apuesta es fuerte, pero arriesgada, mas de momento ha comenzado con buen pie. Hoy ha cortado un orejón de ley en Madrid y ha hecho todo cuanto estaba en su mano con el deslucido y desclasado jabonero que cerró plaza.

Por su parte, Castella realizó un notable trasteo al cuarto de Jandilla, aunque, como de costumbre, acabó pasándose de faena. Manzanares volvió a quedar inédito y ya hemos perdido la cuenta de las tardes que lleva así.
Borja Jiménez cuajó de cabo a rabo al tercero. No fue un toro de dos orejas y, por ello, no pudo hacer una faena de dos orejas, aunque algunos (muchos), se la pudiesen tras una estocada rinconera. Parece que cortar una oreja en Madrid ya no fuese importante. Solo quieren tener la foto de un torero por la Puerta Grande, pero hizo bien el presidente Víctor Oliver en no devaluarla. No obstante, Borja Jiménez estuvo sencillamente impecable.
Brindó al público y empezó su faena por bajo, con mucha torería. Después ligó las series por ambos pitones, siempre muy encajado de riñones. Con la derecha más abandonado, dejando caer los brazos, aunque usando algo el pico de la muleta. Estuvo torero, aun así. Al natural más puro, rematando detrás de la cadera. Y preciosas fueron sus trincherillas y pases del desdén que perfumaron la faena. Terminó sometiendo al toro por abajo en una faena en la que Madrid entró de principio a fin.

Salió a arrancarle la oreja como fuera al sexto, un toro aplaudido de salida por su seriedad y, en especial, por su bella lámina: jabonero sucio.
Lo exigió mucho desde el recibo de capa ya por abajo. Borja Jiménez es un torero que obliga mucho a los toros porque baja mucho la mano. En ocasiones se puede quedar sin toro, pero en otras al toro no le queda otra que entrar en el canasto.
Con la muleta se echó de rodillas en los medios calentando al público del 4 y el 5. Ciertamente, toreó de verdad de hinojos, llevando al jandilla muy templado y largo. No obstante, ya se atisvó que el toro no le iba a dar facilidades para salir a hombros, ya que tenía poca fuerza y eso le llevaba a defenderse, dando cabezazos. Embistió sin nada de clase y Borja Jiménez hizo con él lo que pudo. Estuvo muy bien, pero había materia prima. Faltó toro. Aún así, recurrió al tremendismo con un cambiado por la espalda en el que el toro, con ese feo y peligroso cabeceo, le puso la punta del pitón prácticamente en la nuca. Se tiró con decisión a matar, pero la espada es el gran debe de este torero. Bajonazo infame que degolló al toro.

Castella estuvo muy pesado con el que abrió plaza… Menos mal que era el primero. Muy pegapases. Sin embargo, estuvo con mucha más torería y armonía con el castaño cuarto.
El inicio de faena por estatuarios fue una oda a la quietud. Vamos, lo que deben ser los estatuarios, de ahí su nombre. En uno de ellos se le vio cogido, pero Castella aguantó quiero, sin moverse lo más mínimo. Impávido y atornillado al albero. Además, los remató con dos trincherillas de cartel.
Se mostró igual de calmado en las posteriores series, citando con mucha suavidad por ambos pitones y toreando con elegancia. Estábamos volviendo a ver la mejor versión de Castella, que no hacía acto de presencia desde hace un par de años, cuando volvió de la breve retirada. Sin embargo, volvió a las andadas pasándose de faena, cómo no. Lo que le gusta a este torero alargar innecesariamente los trasteos. Vio que el arrimón puso en pie al tendido 5 (aunque lo bueno fue todo lo de antes) y se pasó al toro de un lado a otro haciendo desplantes mirando al tendido.

Cuando parecía que iba a cerrar por manoletinas, recapacitó y cambió de posición la muleta para cerrar por abajo. Seguramente, debió pensar que al público menos habitual ya lo tenía ganado con el arrimón y no eran necesarias las manoletinas, mientras que al aficionado, al abonado fiel, tenía que ganárselo con algo más de su gusto. La estocada se le fue baja y perdió la oreja. Dio una protestada vuelta al ruedo.

José María Manzanares llegó a Las Ventas con su extraño vestido de cobre, que estrenó en La Maestranza.

Pasó de puntillas por la tarde (y por la feria). El próximo año se cumplen diez años de su histórica faena a «Dalia», para mí, la mejor de lo que va de siglo, sin duda. Sin embargo, desde entonces no ha vuelto a hacer nada más que alguna orejita suelta de poco peso (muy pocas). Está fatal. Un parón no le vendría nada mal y que cuando vuelva, lo haga con ganas. Y si no las tiene, lo mejor es dejarlo a tiempo… aunque para eso ya va tarde.
Al quinto lo estrelló la cuadrilla contra el burladero de salida y quedó descoordinado. Esperó demasiado el presidente en devolverlo. En su lugar salió otro sobrero también de Borja Domecq.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes»). Toros de Jandilla, bien presentados en su conjunto, sin exageraciones. Destacó la clase del tercero y del cuarto. Dos toros nobles y colaboradores.
– Sebastián Castella (de catafalco y plata): silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso con protestas.
– José María Manzanares (de azul marino y cobre): silencio en ambos.
– Borja Jiménez (de nectarina y oro): oreja con petición de la segunda y silencio.


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