Al salir de la plaza un aficionado le decía a otro el famoso de dicho de «corrida de expectación, corrida de decepción», a lo que el otro contestaba «y de verdad». Y es que la expectación por el mano a mano entre los dos artistas sevillanos era máxima, con la plaza abarrotada, mas este se dio al traste por los toros, algo que pasa demasiado a menudo con este tipo tipo de toreros. Los toros de El Pilar, Domingo Hernández y Álvaro Núñez no cumplieron ni en juego ni en presentación. Ay Garzón… otra corrida mal presentada y sospechosa de pitones en una plaza suya. Y algunos quieren que coja La Maestranza…

A Morante lo recibían las peñas luciendo su camiseta de camino a la plaza.

Sin embargo, el primer toro fue un ejemplar muy descastado de El Pilar con el que no pudo hacer gran cosa, más que un largo y templado natural. Esta ganadería está fatal. Morante se mostró voluntarioso con él. En otro momento no le habría durado el toro ni un suspiro, pero en esta ocasión no salió con la espada de matar. Cuando la cogió, mató al toro muy bien, arriba, y ejecutando muy bien la suerte suprema.

Todo lo contrario que con el tercero, un toro abrochado de pitones de Domingo Hernández, con el que hizo guardia y se atascó pinchando reiteradamente por entrar sin ganas. Esas ganas se diluyeron desde el recibo capotero, pues aunque Morante salió muy predispuesto y sumamente relajado (en exceso; se confió) ejecutando unas chicuelinas con los vuelos en forma de recortes y tomando el capote como si realizase una lopecina.

El toro salió suelto de ellas y en una le pegó un parón. Fue el aviso del derrote que le lanzó al pecho en la siguiente, librándose por los pelos el de La Puebla, que salió disparado contra las tablas. A partir de ahí a Morante no le gustó el toro y, aunque no lo mató rápidamente como otras veces hace, anduvo sin ganas en el trasteo, además de que ordenó pegarle de lo lindo en el caballo, como acostumbra. El toro pudo acusar el efecto de una banderilla que penetró mucho en su cuerpo, a pesar de que se la retiraron después desde el burladero.

Al quinto, un toro Álvaro Núñez, también lo castigó mucho en el tercio de varas. El animal le tocó las telas en cada pase, en una labor llena de enganchones, a pesar de que los morantistas más acérrimos viesen algo que los demás no vimos.

La tarde fue de Juan Ortega, aunque por poco, pues hubo poco que destacar. Lo único reseñable fue su torerísima faena al segundo, un toro de Domingo Hernández más cuajado, aunque con pocos kilos, que tuvo mucha más movilidad que los demás. De hecho, salió con muchos pies y Ortega no se pudo estirar a la verónica, pero sí brilló en un gran quite por templadas tafalleras.
La faena estuvo presidida por el buen gusto, logrando ralentizar la veloz embestida del burel desde la primera serie, con un derechazo que se convirtió en un muletazo circular.
La faena tuvo aroma, aunque fue de más a menos, pues bajó mucho por el pitón izquierdo. Claramente, el pitón bueno fue el derecho. Todo lo que hizo Juan Ortega tuvo mucha torería, aunque en la segunda mitad de esta hubo menos acople. Aún así, el trianero estuvo muy inspirado, dejando detalles como un molinete, otro invertido, el pase de las flores y un pase por alto con el envés de la muleta, sin ser de pecho. Pinchó y perdió una oreja de peso.

Nada pudo hacer con el inválido de El Pilar. Un toro que no se devolvió por la sencilla razón de que nadie lo protestó. En una plaza más exigente se habría protestado y mucho después de perder las manos en cuatro ocasiones en los primeros tercios.

Tampoco pudo levantar la tarde con el que cerró plaza, un torito de Álvaro Núñez. Lances de Futuro se olvida de lo más importante: el toro.
Plaza de toros de Santander (lleno de «No hay billetes»). Toros de El Pilar, Álvaro Núñez y Domingo Hernández. Destacó el segundo, de Domingo Hernández. El resto no sirvieron. Además, estuvieron mal presentados, con pitones más que sospechosos.
– Morante de La Puebla (de turquesa e hilo blanco, con medias blancas): ovación, silencio y ovación.
– Juan Ortega (de verde manzana y oro): ovación tras aviso, silencio tras aviso y silencio.

