Jarocho destacó en el festival sin picadores de Lumbrales (Salamanca). Cortó cuatro orejas, pero más allá de los trofeos, lo importante fue el toreo clásico que realizó, con clara inspiración morantista. Está claro que es uno de sus espejos.
Sin embargo, Javier Castaño tuvo una discreta actuación.

Se le vio con dudas con el abreplaza, perdiendo pasos en excesos, sin quedarse quieto para ligar hasta bien entrada la faena. Fue ya en las postrimerías de esta cuando logró una tanda de derechazos más templada. Estuvo peor al natural. Al igual que su hermano Damián, a la hora de entrar a matar se perfila demasiado lejos del morrillo, por lo que sus posibilidades de acertar con la espada disminuyen. El primer pinchazo fue en la paletilla. Del segundo pinchazo (este en lo alto) salió trompicado y perdiendo la muleta. El novillo hizo por él, mas no le alcanzó.
Dejó una estocada atravesada, que hacía guardia por el poco volumen del novillo, antes de numerosos pinchazos con el descabello entrando con poca fuerza y decisión.

Tampoco mató bien al tercero, un novillo más cuajado, al que se banderilleó mal. De nuevo, estuvo más confiado con la derecha que con la izquierda, sin lograr acoplarse al natural y citando de perfil, sin dar el pecho. Con la diestra logró muletazos largos y de mayor calidad.

Jarocho firmó una faena al segundo con detalles de Morante, desde el recibo con una tijerilla de rodillas (como hemos visto realizar al de La Puebla en plazas como Navalcarnero, Sevilla o Salamanca y que su a vez es un homenaje a Joselito «El Gallo») y una verónica de manos altas, al molinete invertido en el epílogo, pasando por un inicio de faena de muleta de rodillas con ayudados por alto, como el de Morante en Marbella. Más allá de esas influencias del diestro cigarrero, Jarocho es un torero con personalidad, que ejecutó un toreo con el compás muy cerrado y con la figura ligeramente reclinada hacia delante sin llegar al retorcimiento. El novillo le avisó con varias miradas y soltando ligeramente la cara, hasta que llegó la voltereta sin consecuencias. Volvió Roberto Martín a la cara del novillo arrebatado, pero con el mismo toreo reposado, sin acelerarse. A pesar del pinchazo previo a la estocada, se le concedieron las dos orejas.

Tras el habitual parón de la merienda salió el cuarto novillo, también rematado para esta plaza. Buen recibo capotero de Jarocho, con abundantes verónicas. Se dolió el novillo en banderillas y comenzó a embestir a arreones, siendo un animal molesto y pegajoso. Poco a poco el burgalés lo fue metiendo en la muleta hasta terminar con una buena serie de naturales curvilíneos y, de nuevo, otro molinete invertido para irse a por la espada. Perdió la muleta al realizar la suerte suprema, pero volvió a matar a la primera y se le otorgaron otras dos orejas (la segunda de regalo).

Manuel Diosleguarde, triunfador destacado del año pasado, observaba la corrida desde uno de los burladeros.

Plaza de toros de Lumbrales (casi lleno). Novillos de El Collado, con remate a excepción del primero, con menos caja. Buenos los tres primeros, más complicado el último.
– Javier Castaño: silencio tras aviso y silencio.
– Jarocho: dos orejas y dos orejas.
